Julio Salinas: el delantero que vivió entre la gloria y el fallo más recordado del fútbol español
Julio Salinas fue uno de los grandes delanteros españoles de los 80 y 90. Goleador incansable y hombre de equipo, su carrera unió títulos, récords y un instante eterno: el fallo ante Italia en el Mundial de 1994.
De Bilbao al sueño de la élite
Nacido en Bilbao el 11 de septiembre de 1962, Julio Salinas creció con el balón en los campos de Lezama. Con apenas once años se unió al equipo infantil del Athletic Club, y su progresión fue meteórica.
En 1982 debutó en Primera División con los leones, compartiendo vestuario con Zubizarreta, Goikoetxea o Dani. En San Mamés vivió sus primeros éxitos: dos Ligas (1983, 1984) y una Copa del Rey (1984), formando parte de una de las plantillas más recordadas del club bilbaíno.
El salto al Atlético y la consagración en el Barcelona
En 1986, su olfato goleador lo llevó al Atlético de Madrid, donde su potencia física y oportunismo lo consolidaron como un nueve clásico, de los que viven en el área.
Pero su consagración llegó en el FC Barcelona de Johan Cruyff, donde aterrizó en 1988 a cambio de 50 millones de pesetas.
Pese a que su estilo no encajaba con el canon técnico del “Dream Team”, Cruyff confió en él. “Aquí nadie te quiere, solo Cruyff”, le dijo el presidente Núñez en su presentación.
Salinas respondió con goles y títulos: 4 Ligas, 1 Copa del Rey, 4 Supercopas, una Recopa, una Supercopa de Europa y la Copa de Europa de 1992.
Fue autor del primer gol en la final de la Recopa de 1989 ante la Sampdoria (2-0), y participó en la histórica final de Wembley de 1992, la que dio al Barça su primera Champions.
Un delantero discutido, pero siempre decisivo
Julio Salinas no fue un delantero de filigranas. Su fútbol era directo, instintivo, físico.
Muchos lo caricaturizaron como “torpe” o “tosco”, pero sus números hablan: 152 goles en Primera División, 17 temporadas en la élite y presencia constante en equipos grandes.
Jugó en seis clubes de Primera —Athletic, Atlético, Barcelona, Deportivo, Sporting y Alavés— y también en el Yokohama Marinos japonés, siempre dejando huella como goleador fiable y profesional intachable.
El Mundial del 94: un segundo eterno en Boston
El 9 de julio de 1994, en el Foxboro Stadium de Boston, España jugaba los cuartos de final del Mundial frente a Italia. Con el marcador empatado (1-1) y apenas cinco minutos por jugar, Fernando Hierro filtró un pase al espacio.
Julio Salinas controló, encaró al portero Pagliuca… y su disparo, algo mordido, acabó en las manos del guardameta. Tres minutos después, Roberto Baggio sentenció el 2-1.
España cayó eliminada y el país encontró en aquella jugada un símbolo de su frustración mundialista.
Ese momento dio pie incluso a una obra de ficción: el cortometraje ¡Julio, pícala! (Manuel Martínez Soler), donde un aficionado revive eternamente aquel fallo.
Salinas nunca renegó del episodio. “Si lo hubiera metido, habría sido otro jugador. Pero también otra persona. Así es el fútbol”, dijo años después.
De los campos al micrófono
Retirado en el año 2000, Julio Salinas encontró una segunda vida en los medios.
Su carisma, humor y espontaneidad lo convirtieron en una de las voces más queridas del periodismo deportivo, especialmente junto al inolvidable Andrés Montes en La Sexta.
El célebre grito de Montes —“¡Dime algo, Salinas!”— se convirtió en parte del imaginario futbolero español.
Además, se ha formado como técnico y ha sido una presencia constante en tertulias y retransmisiones, manteniendo siempre su estilo cercano, irónico y auténtico.
Más allá del fallo: el legado de un goleador
Julio Salinas no fue solo aquel delantero que falló en Boston. Fue un campeón, un símbolo de profesionalidad y una pieza esencial en la historia moderna del fútbol español.
Sus goles, su entrega y su sentido del humor le granjearon el respeto de vestuarios y aficiones.
Hoy, el fútbol recuerda a Salinas no por un error, sino por una carrera que abarca:
- 15 títulos oficiales.
- 56 internacionalidades y 22 goles con la Selección.
- Presencia en tres Mundiales (1986, 1990, 1994).
Un jugador que representó la perseverancia, la autocrítica y el amor al fútbol sin adornos.